17 de marzo de 2013

Una mirada crítica a Cincuenta sombras de Grey


Permitidme iniciar este pequeño texto con una declaración de “no intenciones”: no es mi intención censurar a la autora de esta trilogía, ni al fenómeno editorial que ha supuesto, ni mucho menos a los miles de mujeres, cuyas vidas sexuales supuestamente ha revolucionado encendiendo el fuego de miles de matrimonios, en palabras de las críticas publicadas en diferentes medios de comunicación. Conozco a muchas mujeres que han disfrutado mucho leyendo estos libros y quiero hacer explícito en primer lugar mi respeto por las opiniones y gustos de todas y cada una de ellas. Es a estas amigas y familiares a quienes dirijo mis reflexiones con el ánimo de compartir mis preocupaciones y pensamientos con todo mi cariño. Va por vosotras.
Tres ideas aparecen repetidamente a lo largo del libro (al menos del primero, que es el que yo me he leído) que refuerzan el imaginario colectivo al servicio del Patriarcado haciéndonos un flaco favor tanto a las mujeres como a los hombres impidiendo el establecimiento de relaciones sanas:

1.      La pureza, virginidad e inocencia de Anastasia
En el mundo actual, los medios de comunicación sexualizan a las mujeres más que nunca y desde edades cada vez más tempranas, sin embargo son estas tres cualidades, contextualizadas como virtudes, las que ensalzan la personalidad de la protagonista. Ana también se presenta como una mujer culta recién licenciada, emancipada de su familia desde hace tiempo, con una vida plena y libre. Estos otros aspectos del personaje no parecen entrar en contradicción con las anteriores a pesar de lo antagónicas que resulten a poco que reparemos en ello. Las mujeres recibimos constantemente estos mensajes contradictorios: se nos anima a hacer explícitos nuestros atributos físicos y a  vivir plenamente nuestra sexualidad, pero al mismo tiempo, se ensalza una moral que no es muy diferente de la del tiempo de nuestras pobrecitas abuelas.

 Entrega de la responsabilidad del placer al hombre
Se refuerza hasta la saciedad la idea de que podemos entregar nuestro placer al hombre. Se puede, pero lo deseable sería que una mujer sea dueña y responsable de su placer. La gran falacia de la habilidad de los hombres en la cama que aparece una y otra vez en escenas de cine, televisión y literatura ha sido y sigue siendo el origen principal de tantas frustraciones femeninas y masculinas en la cama y dinamita cualquier posibilidad de establecer relaciones sanas y plenas entre mujeres y hombres.     

 La asociación de la necesidad de control y los celos con el reconocimiento del amor verdadero
Continuamente a lo largo del libro, la protagonista analiza las conductas de quien llama jocosamente “acosador” y “obseso del control”. Ni a Ana ni a ninguna lectora se le escapa, ni la autora tiene ninguna intención de ocultar, que Christian Grey es principalmente un maltratador. Desde el principio, despliega todas las estrategias propias de control, aislamiento de la víctima, intimidación, etc. del Manual del maltrato. Mientras se normaliza la violencia en la relación, van apareciendo las presuntas causas del “trastorno” de Grey, que disculpan descaradamente su comportamiento. Difícilmente, esto sería una circunstancia eximente de culpa si todas las mujeres violadas en lo ancho y largo del planeta decidieran maltratar a sus futuras parejas. En cambio, una y otra vez, Anastasia minusvalora su propio sufrimiento frente al sufrimiento de él: su dolor frente al supuesto dolor emocional de él. Una y otra vez, se valoran más o menos los gestos de amor y entrega según provengan de uno o de otra: los te quieros de él valen más por escasos y porque le cuesta más expresarlos. Los cambios de humor contantes y la continua sensación de no ser capaz de evitarlos hagas lo que hagas. Todos estos elementos, con mayor o menor intensidad, son totalmente reconocibles por cualquier mujer que haya estado alguna vez atrapada en una relación desigual, que en definitiva, somos prácticamente todas. Lo que personalmente me resulta más preocupante es de nuevo la eterna ilusión del amor redentor, la creencia reforzada socialmente de que las mujeres, con nuestro amor, podemos salvar a quien queremos. Esta creencia es quizá la más dañina de todo el entramado patriarcal, porque nos hace ponernos en riesgo y buscar nuestra propia perdición. El amor puede ser transformador para quien ama, pero amar a alguien nunca garantiza su transformación.

Ante estas reflexiones, hay quien dirá que es ficción, que una cosa es la fantasía y otra muy distinta la realidad. No lo discuto, simplemente uno mi voz a la de todas aquellas personas que sí ven relación entre la violencia en los medios de comunicación, videojuegos, películas y medios de comunicación y su reproducción en la vida real. Quiero aportar mi grano de arena para una lectura crítica feminista que las lectoras de Cincuenta sombras puedan encontrar útil. Nada más.

Paz Blanco (socia del Colectivo Sororidad)

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